La anécdota la protagonizó Moncho Alpuente. Como invitado al evento allí acudió y se refugió solitario en la barra, hasta que al poco de llegar, vino una televisión local (de cuyo nombre no quiero acordarme...).
Al ver a Moncho, esta gente de prensa, se fueron raudos a él y tras intercambiar unas palabras decidieron irse ambos (no sé dónde) a seguir como entrevista y entrevistado.
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